Vivimos una pandemia de proporciones colosales que ya se ha cobrado más de 300.000 fallecidos de más de 4,5 millones de enfermos. En nuestro país, en la cabecera de todas las listas, la cifra de enfermos confirmados es, hasta hoy, de 231.606 y el número de fallecidos supera trágicamente las 27.000 víctimas, y seguramente serán más, pues los datos oficiales solamente recogen los casos confirmados mediante PCR. No sabemos en qué estado nos encontramos pues, aunque los primeros testimonios chinos señalan finales de diciembre como fecha del primer caso en Wuhan, cada vez son más las voces que adelantan esa fecha al mes de noviembre o aún antes. Algo parecido sucede en nuestro país donde el primer caso (importado) se diagnosticó el 31 de enero en La Gomera y los primeros en la península lo fueron el 24 de febrero, pero nadie duda ya de la circulación previa. Poco a poco, fechas y testimonios van cuadrando. 

El COVID-19 y otros coronavirus que afectan al hombre 

Aunque no existe una demostración incontestable del origen de este virus, al que se ha denominado SARS-CoV-2, nadie duda de los murciélagos, incluso se ha citado a la especie Rhinolophus affinis como el origen del virus. De estos se ha aislado y caracterizado un coronavirus que posee un porcentaje de similitud genética en su ácido nucleico del 96,3% aunque según los investigadores parece que, en el proceso de su adaptación al hombre, el virus debió utilizar otro animal intermediario. A tal efecto, se ha especulado con el papel posible del pangolín, un mamífero exótico de talla pequeña, recubierto de escamas, que resulta ser una de las especies objeto de tráfico ilegal más reconocidas. Como se ha dicho, tampoco existe seguridad plena de que la condición de hospedador intermediario haya sido su papel. 

Los coronavirus son virus grandes, con ácido ribonucleico (ARN), que se distinguen por su aspecto de corona solar al microscopio electrónico. La familia (Coronaviridae) está formada por cuatro géneros que incluyen más de medio centenar de especies, siendo los alfa y beta-coronavirus los que incluyen las 7 especies reconocidas por su poder patógeno para el hombre, junto a otras de otros mamíferos. Cuatro de las especies humanas se asocian con el catarro común y las tres restantes son la causa del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) descrito en 2002, una enfermedad que cursa con neumonía bilateral grave que se extinguió pronto, después de haber causado 900 fallecimientos y haber producido aproximadamente 8.500 casos. En 2012-13 apareció una nueva especie a la que se denominó Coronavirus del MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), cuya presencia aún se mantiene, principalmente en esta región, pero también en otras. Ambos emergieron desde los murciélagos y el primero utilizó la civeta de palma como intermediario, mientras que el segundo utilizó el camello antes de pasar al hombre. En cualquier caso, nada parecido a lo que está sucediendo ahora con el SARS-CoV-2, el séptimo coronavirus humano, que produce la enfermedad COVID-19, en que se suma una patogenicidad discreta, aunque particularmente grave en personal de riesgo (ancianos o con enfermedades concurrentes) y una extrema contagiosidad que ha permitido su difusión mundial en poco más de un mes. 

La infeccion por COVID-19 en animales 

Aunque lo que más interesa es el hombre (puesto que este virus se trata de una zonosis), no deja de preocupar a las autoridades sanitarias, y la población en general, su posibilidad de transmisión a los animales, tanto de compañía como de producción, incluidas las aves en su doble vertiente, como productoras de carne y de huevos, pues en la memoria de todos permanece, todavía, el recuerdo de la gripe aviar. 

En relación con los animales de compañía, tanto las observaciones realizadas por autores asiáticos como europeos han puesto de manifiesto que los animales más susceptibles son los gatos, que se justifica porque sus células, como las humanas, poseen en su superficie receptores que facilitan la invasión vírica. Se han descrito solo unos pocos casos de animales que convivían con propietarios enfermos y desarrollaron algunos síntomas leves, sin mayor trascendencia y en ningún caso capaces de transmitir la infección. Un estudio experimental llevado a cabo en China infectando gatos (y otros animales) por vía intranasal, con un número pequeño de animales, produjo infección leve del respiratorio superior y en uno de los gatos la transmisión por gotitas, lo que supone igual que en el caso de la infección natural, una casuística muy baja, no preocupante. Los mismos estudios, llevado a cabo también con perros, produjeron todavía peores resultados en lo que a susceptibilidad se refiere. 

Ninguno de los estudios experimentales llevados a cabo con animales de producción, incluyendo cerdos, pollos y pavos, fue capaz de reproducir la enfermedad; de hecho, en los animales inoculados ni se recuperó ARN por PCR (la reacción de diagnóstico molecular), ni las determinaciones de anticuerpos mediante pruebas serológicas dieron ningún resultado, concluyéndose que estos animales no eran susceptibles o, lo que es lo mismo, eran resistentes[1]. Tampoco se ha descrito caso alguno de infección en condiciones naturales, ni se ha implicado en la transmisión a la carne ni a los huevos procedentes de las aves. En otro estudio actualmente en desarrollo en el instituto alemán Friedrich Löeffler[2], se han ratificado los estudios anteriores, confirmando la resistencia de aves y cerdos al virus, a la vez que han dado por buenos los datos de susceptibilidad de hurones y murciélagos. 

Los medios de comunicación han recogido la enfermedad de trabajadores en plantas de procesado de carne en Estados Unidos y en Canadá, incluyendo las de aves[3], como consecuencia del estrecho contacto que han de mantener los empleados. El hecho redujo la capacidad de abastecimiento y produjo importantes pérdidas en un momento crítico de la pandemia, pero nunca se ha cuestionado el papel de las aves ni la transmisión de la infección mediante el consumo de carne o huevos. 

Los bulos surgidos sin fundamento pueden causar graves quebrantos a la industria avícola, como sucedió recientemente en la India, en Bengala Occidental, donde la circulación masiva de mensajes relacionando las aves, y su carne y huevos, con el contagio por COVID-19, ha ocasionado miles de millones de dólares en pérdidas y la ruina de muchos avicultores.

Autor Elías F. Rodriguez Ferri


Fuente Instituto de Estudios del Huevo