Como cada comienzo de año, es tiempo de balances y previsiones.

El año pasado ha sido muy malo para el país y sus habitantes, lleno de inquietudes y de anuncios de crisis, temores y recesión. Pero el sector avícola ha sobrellevado con dignidad la crisis, al menos desde un punto de vista económico.

La avicultura de puesta ha cerrado un buen año para sus balances, con unos niveles de consumo aceptables y sin grandes sobresaltos financieros. Sólo el brote de influenza de la zona centro, rapidísimamente solventado gracias a la experiencia y colaboración de los técnicos privados y de las administraciones públicas, ha supuesto un momento de estrés en este sector.
Otras noticias, como la sanción por parte del Tribunal de la Competencia, llaman más a la broma que a otra cosa, aunque económica y políticamente sea objetivamente grave.

Por su parte, el sector de carne cierra un año engañoso. Si nos fijamos en los precios de pollo vivo, podríamos considerarlo un año incluso bueno. Lamentablemente, la realidad es tozuda y los precios reales de venta de canal, y los de vivo si pasamos venta de canal a venta de vivo, han resultado claramente bajos. Tal vez una parte de esta situación se explique por una cierta caída del consumo, pero personalmente creo que nuevamente nos encontramos en una situación objetiva de sobreproducción (más reproductoras, más pollitos producidos por gallina, más peso de los animales).
Junto a esto, posiblemente se ha producido una reducción objetiva del valor añadido de las ventas, al bajar más en proporción las ventas de despieces, embandejados y precocinados respecto de las de canal entera. Esta reducción de margen, junto a las dificultades de financiación de muchas empresas ha supuesto un auténtico desafío para el sector. Creo que, a fecha de hoy, podemos decir que las empresas se han comportado con una gran solidez en términos generales.

En resumen, para lo que ha caído en España este año creo que podemos decir que el sector avícola ha salido bastante bien librado.

Respecto a 2010, sólo tenemos expectativas. Sabemos que deberemos decidir definitivamente cómo vamos a producir los huevos de consumo: si cambiaremos jaulas, pasaremos animales a suelo o sencillamente cerraremos nuestras instalaciones. Tenemos que ver cómo queda el parque de gallinas ponedoras después de estos cambios y qué capacidad real de producción se mantiene en el país y en el conjunto de la Unión Europea.

Si las cosas se producen como se prevé, objetivamente tendremos una significativa reducción de la capacidad de producción de huevo industrial. ¿Significará esto un incremento de los precios de venta? ¿Un aumento de importaciones de países terceros? ¿Un mayor riesgo para los consumidores por el incremento de de estas importaciones? Veremos…

Para el sector de carne, sólo un ajuste entre la producción y la venta asegurará nuestras explotaciones. Llevamos tiempo hablando de la nueva reestructuración del sector, de la necesidad teórica de crear empresas más grandes y competitivas. Personalmente, no creo que nuestras empresas sean poco competitivas desde el punto de vista de la producción. Creo que es en el sector comercialización donde se aprecia progresivamente la reducción de los canales de venta, con el correspondiente incremento de la presión sobre los precios. De la capacidad de las empresas de ajustar su producción, de optimizar sus costes y de mejorar sus canales de venta dependerá en buena medida su supervivencia futura.

Para todo el sector, se mantienen los retos relativos a la calidad y seguridad de nuestros productos, con la preocupación permanente del control de salmonelas y de cualquier otro riesgo alimentario en nuestros productos.

El futuro, por tanto, se percibe incierto, lleno de retos y de riesgos objetivos, pero el sector avícola ha demostrado sobradamente a lo largo de los años su capacidad para cambiar y adaptarse a nuevos desafíos. Estoy seguro que este año no será una excepción y desde esta confianza os deseo a todos un venturoso año.

Un saludo,
José Ignacio Barragán Cos
Presidente de AECA